Capítulo 04

El valor de la biodiversidad: un asunto de supervivencia humana

Por: Antonio Paz

Durante sus últimos años de vida, Joshua Lederberg, ganador del Premio Nobel de Medicina, alertó en repetidas ocasiones sobre el riesgo que suponía para la humanidad la aparición de nuevas enfermedades infecciosas. Lederberg, quien murió en 2008, advirtió una y otra vez sobre lo que veía como un peligro inminente. “Algunas personas piensan que estoy siendo histérico, pero hay catástrofes por delante. Vivimos en una competencia evolutiva con microbios: bacterias y virus. No hay garantía de que seremos los sobrevivientes”, fue una de sus tantas recriminaciones.

Foto: Giovanny Pulido

En los años cincuenta, Lederberg probó que las bacterias podían tener “sexo”, en el sentido de que una célula dadora transmite su ADN a una célula receptora. Este descubrimiento fue uno de los grandes impulsores de la biología molecular, una rama que ha sido indispensable para descubrir y tratar enfermedades.

Hacía apenas un par de décadas, los científicos habían aislado y observado por medio de microscopios electrónicos unos microorganismos diferentes a las bacterias que también podían causar enfermedades. Estos pequeñísimos patógenos, a los que se denominó virus por la palabra en latín para veneno, también despertaron el interés de Lederberg. En 1988, el estadounidense escribió el artículo “La pandemia como un fenómeno evolutivo natural”1 en el que planteó que el progreso de la ciencia médica durante el siglo XX había oscurecido la continua vulnerabilidad de la especie humana a las infecciones a gran escala. “No reconocemos nuestra relación con los microbios como un proceso evolutivo continuo […] Tenemos una ventaja razonable sobre intrusos bacterianos; descuidamos enormemente los parásitos protozoarios que afectan principalmente al tercer mundo; somos peligrosamente ignorantes sobre cómo hacer frente a los virus”, dijo.

Algunos lectores se preguntarán por qué empezar un capítulo sobre el valor de la biodiversidad hablando de enfermedades infecciosas. En este momento, mientras escribo, el virus SARS-Cov-2, causante del COVID-19, tiene en riesgo a la población de todo el planeta. Y el origen de este virus está directamente conectado con la naturaleza. El COVID-19 es una enfermedad zoonótica; es decir, que pasó de un animal a un humano.

En 2016, el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA) encendió las alarmas sobre el aumento mundial de las epidemias zoonóticas. Específicamente, señaló que el 75 %2 de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos tienen un origen animal y que dichas afecciones están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas.

Lo anterior ha hecho que volvamos a poner nuestros ojos en la biodiversidad. Los expertos llevan años llamando la atención sobre la vulnerabilidad de los ecosistemas ante las actividades humanas. Estas han alterado la mayoría de entornos, destruido el hogar de miles de especies y puesto en peligro de extinción a muchas de ellas.

Hoy más que nunca es importante conocer el valor de la biodiversidad. Al tiempo que aumenta la atención por su relación con la salud humana, también crece el reto de los periodistas por informar adecuadamente acerca del tema. Ojalá existieran fórmulas mágicas para saber cómo hacerlo. Algunas recomendaciones y sugerencias siempre serán útiles, pero todo intento se queda corto si, antes de hacerlo, los periodistas no estudiamos y comprendemos la información que queremos transmitirles a nuestras audiencias. Por más evidente que parezca, vale la pena repetirlo: no podemos hacer un buen trabajo si no conocemos realmente aquello sobre lo que vamos a informar.

No hay que ir muy lejos para darnos cuenta de esto. Entre toda la información que la ciencia ha generado sobre COVID-19, hoy sabemos que el virus que ha provocado una pandemia mundial es muy similar al que está presente en una especie de murciélago en China3. ¿Y cuál fue la primera reacción luego de este descubrimiento? Asumir que los murciélagos eran los culpables de la “gran tragedia”.

Esta hipótesis se difundió rápidamente, en especial en redes sociales. Allí, la información se propagó más rápido que el mismo virus. Algunos medios de comunicación también contribuyeron a la desinformación o, si bien no lo hicieron, la respuesta en defensa de estos animales fue, desafortunadamente, más tardía y menos viral que el primer mensaje. En el norte de Perú, para poner solo un ejemplo, los pobladores de Culden, Cajamarca, descubrieron una colonia de estos mamíferos voladores cerca de su localidad y decidieron atacarla4 con antorchas, pues habían oído que el virus era transmitido por estos animales.

Muchas personas han escuchado de la similitud entre el patógeno presente en el murciélago y el que se está propagando en el humano, pero aún no hay evidencia de que el murciélago lo haya transmitido o si este salto de huésped se dio a través de otro animal. Hasta el momento se cree que otra especie –probablemente el pangolín, un mamífero que habita en Asia y uno de los animales más traficados del mundo– habría sido un hogar de paso intermedio. Esta segunda hipótesis es la más fuerte. Los científicos han tenido que aclarar que, incluso si el murciélago fue el transmisor, el animal no ha buscado al humano, sino que la deforestación, la destrucción del hábitat y el comercio ilegal de animales serían los posibles causantes de la transmisión de esta enfermedad zoonótica. Mejor dicho, el humano se ha acercado al murciélago –o al pangolín, en su defecto– y no al revés.

Cientos de biólogos han salido a hacer pedagogía, recordando que estos mamíferos alados son vitales para la polinización, la dispersión de semillas y el control de plagas; es decir, que en últimas los murciélagos no solo benefician a los bosques, sino a cientos de sistemas de producción agrícolas. Plantas como el agave, con el que se produce el mezcal y el tequila, es polinizada únicamente por murciélagos. Además, muchas especies controlan poblaciones de mosquitos que infectan al humano con enfermedades como el dengue, el zika, el chikunguña o la malaria, solo por nombrar unas cuantas.

Parque Nacional Natural. Farallones de Cali.
Foto: Giovanny Pulido

Los biólogos también han tenido que derribar mitos como el famoso “los murciélagos chupan sangre” y recordar que de las más de 1400 especies conocidas. Solo tres se alimentan de ella5. La mayoría come frutos e insectos, por lo que es muy poco probable que uno de estos animales muerda a una persona.

A pesar de los esfuerzos de los divulgadores, hace poco un conocido diario latinoamericano publicó una caricatura en la que seis murciélagos colgaban de un árbol y uno de ellos decía: “Nos despiertan cuando podamos salir a sembrar el caos”. Si bien prohibir la publicación de esta pieza gráfica podría generar un debate acerca de la censura y la libertad de expresión, la lección que queda es que tanto medios de comunicación como periodistas tenemos la obligación de conocer y entender el tema antes de pregonar información errada, más cuando somos los primeros en llamar la atención sobre las famosas noticias falsas o “fake news”. Este es un asunto de responsabilidad periodística.

¿A cuántas personas pudo llegar esta caricatura? Un mensaje como este puede causar masacres de estos animales, como la que ya sucedió en el norte de Perú. ¿Cuántas personas seguirán pensando que el murciélago es el culpable de nuestra tragedia? Y no solo eso: ¿cuántos seguirán pensando que este animal, poco carismático por su apariencia, es nuestra “mayor amenaza futura”?

Todo este preámbulo sobre los murciélagos y el COVID-19 me parece pertinente no solo para mostrar el valor de la biodiversidad, sino para resaltar el valor de informar sobre ella. La biodiversidad sigue siendo un término cada vez más popular, pero, al parecer, uno aún lejano y desconocido.


1Lederberg, J. (s. f.) Pandemic as a Natural Evolutionary Phenomenon. (Archivo PDF).
https://collections.nlm.nih.gov/ext/document/101584906X1018/PDF/101584906X1018.pdf

2UN Environment (03 de abril de 2020). Coronavirus: ¿llegó para quedarse? https://www.unenvironment.org/es/noticias-y-reportajes/reportajes/coronavirus-llego-para-quedarse

3Benhur Lee Lab. (30 de marzo de 2020). Los orígenes del SARS-Cov-2: Primera parte. https://leelabvirus.host/covid19-spanish/origenes-primera-parte

4Gómez Durán, T. (31 de marzo de 2020). En defensa de los murciélagos: resistentes a los virus, pero no a los humanos. Mongabay Latam. https://es.mongabay.com/2020/03/coronavirus-murcielagos-humanos-virus-covid-19/

5Barros, J. (17 de diciembre de 2019). ¿Sabe en qué se diferencian los murciélagos de los vampiros? Semana Sostenible. https://sostenibilidad.semana.com/medio-ambiente/articulo/los-chupasangre-murcielagos-vampiros-que-revolotean-por-todo-colombia/48110

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